miércoles, 25 de enero de 2012

Tianguis

Era de las más feitas de la clase. Lo sigue siendo. Era de las mudas, de las que pasan desapercibidas, ni me acuerdo de su nombre. Se llamaba Martha, creo. Muy feita ella.  De repente un día la vi mu arreglada, casi irreconocible, sino fuera por esa cara. No sé veía tan mal. Tenía al menos buenas tetas y no estaba gorda. Ni se atrevía a mirarme la muy jija. A de creer que si me ignora se borra su pasado, o que por traer sus ropa bonita, nueva; pero de tianguis, igual de corriente que ella, es mejor que yo, que siempre ando en fachas e igual hasta sin bañarme. Son vacaciones y en este pueblo pitero ni me dan ganas de arreglarme, ¿para qué?

Casi no salgo por acá, a menos que sea enteramente necesario. Tiempo después la vi de nuevo, estaba panzona. ¡Qué asco! Me pregunto quién se habrá atrevido a tírársela estando sobrio, o sin una bolsa de pan en la cabeza como en las caricaturas.

Dejó de arreglarse. Se volvió fodongona, como todas las viejas. Qué ganas de ser la vieja de alguien, que alguien te diga: "Mi vieja". Ni sé si juntó, porque casarse por aquí, muy pocos. La verdad ni me interesa, sólo me parece curioso su caso. Mientras yo sigo sobreviviendo. Veintitres años y sigo "sobreviviendo". Al fin y al cabo ni me gustan los niños.

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